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Foto del escritorIvana Vallenari

El diario personal

"Sería tremendamente vano y deshonesto comenzar por la pureza del idioma, la propiedad de los vocablos, la sintaxis, el ejemplo del Quijote, el símbolo extremo. Porque un símbolo que viene de afuera, que no ha sido obtenido de actividades previas, es un símbolo desnudo y vacío, es algo muerto y estéril", John Dewey.


A menudo confundimos el hecho de escribir con el de copiar. Los niños hoy en día están acostumbrados en la escuela a la transcripción. Copian de un pizarrón, de un libro, e incluso cuando tienen que responder alguna pregunta sobre comprensión lectora se les incita a detectar la respuesta en el texto y a transcribirla luego en su carpeta.


La única manera de aprender a escribir, dicen los maestros, es escribir mucho. Pero no es lo mismo repetir palabras ajenas que encontrar la propia; y enfocarnos en una enseñanza mecanizada de la escritura implica marginar la libre expresión y educar en torno a pensamientos, ideas y emociones que no son nuestras.


Las personas utilizamos el lenguaje (oral y escrito) para expresarnos, y en la individualidad del habla, del dibujo o del texto de los niños está la riqueza de su personalidad. Si todos los cuadernos son iguales, no hay autenticidad. Y sin ese conocimiento y validación de quienes somos, jamás podremos descubrir nuestros intereses, nuestros sentimientos y nuestro propio lugar en el mundo.


El diario personal, los cuadernos de pensamiento, las bitácoras o las crónicas constituyen un medio a través del cual los chicos pueden apropiarse de la lengua escrita y sus reglas, sin dejar de lado su expresión. Son una herramienta no solamente pedagógica y didáctica, sino también indispensable para que la humanidad pueda trascender su propia historia.


Los hechos que hoy conocemos y estudiamos nos han llegado a través de los pocos que han sabido escribir sus aventuras y experiencias. Grandes conquistas, exploraciones, guerras, catástrofes... todas tiene sus anécdotas, mitos y leyendas que siguen siendo transmitidas de generación en generación gracias a la invención de la escritura.


Los textos que los niños producen provienen de un complejo proceso interno que excede lo ortográfico y gramatical. El ordenamiento de los sucesos vividos para luego plasmarlos en una narración, el contacto con la propia emocionalidad que les permite relatar su visión personal y única de esa experiencia cotidiana. Muchas veces estos escritos son completados con dibujos o con el mismo lenguaje oral, dado que al comienzo la escritura no alcanza. Poco a poco el pequeño va incorporando vocabulario, organizando las ideas, utilizando las diferentes estructuras narrativas. Ese aprendizaje es el que el adulto tiene que acompañar y guiar, corrigiendo de forma respetuosa algunos errores recurrentes, ofreciendo sugerencias, aportando nuevos recursos.


Estimular la libre expresión a través de la elaboración de un diario personal implica exponer primero a los niños a experiencias que actúen como disparadores de esos relatos, observar la belleza del mundo circundante, reconocer los propios sentimientos, cultivar un pensamiento independiente para inmortalizar luego todas estas sensaciones, opiniones, intereses y anécdotas en una hoja de papel. Implica escuchar con atención la voz del niño, respetar su personalidad y originalidad, acompañando su entrada al lenguaje escrito de forma paulatina. Solo así el símbolo no será ajeno, vacío, muerto y estéril...



 

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